jueves, 15 de julio de 2010

LA CRISIS SE INSTALA EN EUROPA

La confianza de los consumidores, medida a través del Índice de Comportamiento del Consumidor de Millward Brown, descendió en junio al nivel más bajo desde que se inició la crisis, superando los registros del último trimestre de 2008 cuando se produjo la quiebra de Lehman Brothers, arrastrado por la negativa valoración de la situación económica nacional.


Los consumidores han entrado en una nueva fase, durante varios meses se ha sostenido el pulso entre su deseo de pasar página (lo que ha implicado cierta reactivación de la demanda en varios sectores) pero la sucesión de malas noticias y especulaciones negativas en Europa ha provocado una transformación en la manera de ver la situación económica y las perspectivas de salida de la crisis, que lógicamente se traducirá en un cambio en los patrones de consumo, incluso a corto plazo.

Los acontecimientos de las últimas semanas han introducido varias ideas en la sociedad que cambian el panorama y que parece que quedarán indeleblemente marcadas:

- La crisis se ha trasladado a Europa, y España aparece como un eslabón débil. De una u otra forma, la economía española aparece amenazada y como una fuente de amenazas.

- Se ha instalado la idea de que la inestabilidad económica será prolongada, y que pasará mucho tiempo hasta que vuelva a crearse empleo, en este sentido el clima es más pesimista que hace unos meses.

- La respuesta europea a la crisis está siendo ineficaz y están dominando los intereses nacionales. La necesaria coordinación entre los gobiernos no se produjo con la suficiente nitidez para defender el euro de los efectos de la crisis griega. Las medidas que están adoptando los gobiernos europeos transmiten un mensaje de austeridad duradera y recorte drástico del Estado del Bienestar (o de sus excesos; de cómo se aplique y explique esto dependerá que Europa entre o no en una fase de inestabilidad política prolongada en los próximos años).

- El euro, que se había configurado como un referente de seguridad y un elemento fijo en el panorama, aparece ahora asaltado y debilitado y su futuro sometido a incertidumbres.

- El Estado -los Estados- que aparecía como una fuente casi inagotable de recursos y revestido de inabordable solidez, se ve súbitamente apremiado por sus acreedores. La constatación de esta nueva realidad lleva a la convicción de que serán necesarios recortes en prestaciones sociales. Pero también a una demanda de reconversión del Sector Público, todavía imprecisa. Esta demanda se extiende por Europa Occidental, pero en España parece perentoria.

- A escala nacional, se ha volatizado la “ilusión” de que la salida de la crisis pudiera ser más o menos rápida, asumiéndose que será lenta y su camino tortuoso. Se ha evaporado la idea de que otros países pudieran tirar de España en la recuperación o de que se pudiera entrar en una vía de crecimiento casi indolora, o sea, sin afrontar serias reformas y sin que emerjan nuevos sectores capaces de tirar de la economía nacional.

- Si hasta ahora la crisis aparecía como un problema del sector privado que obligaba a que los sectores que habían tirado de la expansión en la última etapa (construcción, turismo, la bolsa de empleo de autónomos, …) fueran sustituidos por sectores con más valor añadido, ahora emerge la necesidad de una reconversión del sector público. Es decir, no sólo debe reducirse el gasto público, los recursos públicos deben gestionarse con mucha mayor eficacia. La crisis se hace más compleja.

- Las medidas económicas anunciadas por el gobierno alcanzan a sectores sociales que, hasta ahora, habían permanecido resguardados de la crisis (funcionarios, pensionistas, empleados de empresas públicas, etc.). Tales medidas, junto a la pérdida de empleos producida en el sector privado, lleva a pensar en una reducción significativa de la capacidad de consumo agregada de la sociedad, por tanto, a una ralentización del impulso para la recuperación. Con ello, la expectativa de recuperación se distancia.

¿Y CÓMO AFECTARÁ ESTO AL CONSUMO?

Las valoraciones del momento para realizar grandes revierten al clima de hace dos años: aversión a los riesgos a largo plazo y a las compras que no estén justificadas por ser una oportunidad o por reposición de los equipamientos domésticos.

De este modo, las grandes inversiones domésticas (casas, muebles, electrodomésticos grandes, etc.) se mantendrán casi congeladas salvo oportunidades. También los gastos relacionados con el ocio se mantendrán bajo control, e incluso los alimentos que parecían haberse liberado un tanto, aunque también fueron empujados por el aumento de precios, vuelven a controlarse más que en los últimos meses.

Veremos en los datos de julio cómo influye el ser campeones del mundo.

Fuente: Millward Brown

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